Atenas, Situada en la región del Ática, fue la cuna de la democracia, sistema político que, establecido por Pericles en el siglo VI a. C., ha llegado hasta nuestros días. En él participan todos los ciudadanos varones de más de 18 años, una minoría en la Atenas de entonces.
El desarrollo del comercio y la artesanía convierte a Atenas en un importante centro económico del Mediterráneo y produce tensiones y lucha políticas. Los tiranos y legisladores (Solón, Clístenes), en el siglo VI a. C., frenan la concentración de la gran propiedad y quitan el poder a los aristócratas, permitiendo el acceso al mismo de todos los ciudadanos.
Esparta, situada en la región del Peloponeso, representa el modelo de polis aristocrática y militar, opuesta al de Atenas. El poder estaba controlado por una oligarquía de grandes propietarios, siendo la agricultura la base principal de la producción, ya que no fundó colonias marítimas, sino que conquista y somete las tierras agrícolas vecinas.
La educación espartana era colectiva y militarista estando el individuo sometido al Estado. Era una sociedad basada en grandes desigualdades: aristócratas (hombres libres), ilotas (esclavos) y periecos (habitantes de las polis vecinas sometidas).
Independencia o solidaridad y conflictos entre las polis el ideal de toda polis es la independencia, produciendo su defensa, frecuentes rivalidades entre ellas. Sin embargo, las polis mantiene lazos comunes; hablan la misma lengua, tienen santuarios comunes (Delfos), participan en los mismos ritos (Juegos Olímpicos).
La alianza de varias polis en la Liga de Delos, hace posible su victoria en las Guerras Médicas, a principios del siglo V a. C., frente a la expansión del imperio persa.
La Liga de Delos fue aprovechada por Atenas para someter a las ciudades aliadas militar y económicamente, utilizando sus aportaciones para construir una gran flota y embellecer la ciudad. Es el denominado siglo de Pericles (siglo V a. C.), el de mayor esplendor artístico de la ciudad.
Esta sumisión fue creando un cerco de envidias y odios en torno a Atenas y la formación de una serie de alianzas para disputase la hegemonía, enfrentándose en la guerras del Peloponeso, en las que no se consigue la victoria definitiva de ninguna ciudad, sino que suponen la decadencia y crisis definitivas de
las polis como forma política.
Esta situación es aprovechada por Filipo II y su hijo, Alejandro Magno, reyes de Macedonia. Conquistan Grecia y el imperio persa, en el siglo IV a. C., unificando territorialmente la polis y creando un inmenso imperio que se extiende desde Egipto, Mesopotamia y Persia hasta la India.
Aunque la mayor parte de ese territorio es conquistado por Roma en los siglos II y I a. C., hasta ese momento floreció en las tierras del imperio de Alejandro un tipo uniforme de civilización, denominada helenística, caracterizada por la difusión de lo griego en un ámbito universal, unida a un auge económico, fundación de numerosas ciudades y un gran avance del arte, la ciencia y la cultura.
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