La desaparición del mundo micénico llevó a la población a una forma de vida rural; las aldeas que ocupaban un mismo valle o región geográfica se unieron, dando lugar a la formación de ciudades – estado, denominadas polis. Sus pobladores eran dorios, jonios y eolios.
En este incipiente núcleo urbano se levantaron dos espacios; en la parte más elevada, la acrópolis (ciudad alta), zona fortificada con templos, destinada al culto religioso y a proteger a los habitantes en caso de peligro; y en la parte baja, los grandes espacios públicos como santuarios, teatros, gimnasios y el àgora ("plaza"), lugar dedicado a la vida civil, institucional y económica. La más representativa fue el àgora de Atenas. En torno a estos edificios públicos se desarrollaba una red de calles residenciales.
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